7 de septiembre de 2015

Aprendiendo a meditar

La postura de meditación
 por carlota elena guerrero
Buscar un lugar tranquilo donde poder concentrarse y meditar en paz.
La postura ideal es sentados en el suelo, con las piernas cruzadas y la espalda recta.
Existen varias posturas del yoga adecuadas para meditar pero yo aconsejo la más simple de ellas que es con las piernas cruzadas apoyando ambas rodillas sobre el suelo, con una pierna por delante de la otra. Si fuera necesario se puede usar un pequeño almohadón que colocaremos debajo del cóccix para elevar la columna, ayudando a la postura.

La espalda debe estar recta, empujando ligeramente el pecho hacia delante.
El mentón relajado y un poco hundido hacia el pecho de modo que la nuca quede recta y la cabeza quede erguida como si nos estuvieran estirando desde la coronilla hacia el techo.
Las manos se pueden colocar sobre el regazo o apoyarlas sobre los muslos.

Si no se pudiera practicar sentado sobre el suelo se puede utilizar una silla, pero nos sentaremos sin apoyar la espalda, con ambos pies tocando el suelo y las piernas ligeramente abiertas para crear tres puntos de apoyo: las nalgas y ambos pies.

Si la postura fuera demasiado cómoda probablemente nos dejaríamos vencer por el sueño.

La técnica
Existen diferentes técnicas de meditación yóguicas, algunas de las cuales incluyen concentración en un chakra o centro energético del cuerpo y repetición de un mantra como el OM.
Hay una técnica sencilla, fácil de aprender, que cualquiera puede practicar y muy efectiva. Consiste en concentrar la atención en la respiración. Se debe observar la entrada y salida de aire de los pulmones sin actuar para nada en ello. Solamente se debe observar el modo como el aire entra en las fosas nasales y sale de ellas.
Notaremos que luego de concentrarnos exitosamente durante 3 o 4 respiraciones, sin querer, la mente se va a otro lado. Surgió un pensamiento que nos alejó del objetivo de concentración. Sin preocuparnos por esto, puesto que es normal al principio, en cuanto notemos que la mente se dispersó, debemos traerla nuevamente al objeto de concentración: la respiración. Practicaremos de este modo durante 10 o 15 minutos al principio e iremos aumentando gradualmente hasta llegar a practicar un mínimo de ½ hora, una o dos veces al día.
A medida que practiquemos más y más, notaremos que nuestra mente se vuelve más tranquila, que podemos relajarnos a voluntad y que dormimos más profundamente.
Las mejores horas para meditar son al amanecer y al atardecer. Es conveniente estar con el estómago vacío.

Hay algo importante que todo meditador debe saber.
Si hacemos un gran esfuerzo por concentrarnos podemos empezar a sentirnos tensos, si esto sucede, debemos aflojar y relajar la mente, observando la respiración pero sin esfuerzo, como si quisiéramos irnos a dormir.
Por el contrario, cuando la mente esté muy relajada y tengamos síntomas de querer dormir, debemos sentarnos firmes y concentrarnos con mucha atención.
Resumiendo: si estamos tensos por la concentración excesiva: aflojar. Si estamos muy relajados por la tranquilidad y armonía en  la que nos encontramos: concentrar.