por carlota elena guerrero
Buscar un lugar tranquilo
donde poder concentrarse y meditar en paz.
La postura ideal es sentados en el
suelo, con las piernas cruzadas y la espalda recta.
Existen varias posturas del
yoga adecuadas para meditar pero yo aconsejo la más simple de ellas que es con
las piernas cruzadas apoyando ambas rodillas sobre el suelo, con una pierna por
delante de la otra. Si fuera necesario se puede usar un pequeño almohadón que
colocaremos debajo del cóccix para elevar la columna, ayudando a la postura.
El mentón relajado y un poco
hundido hacia el pecho de modo que la nuca quede recta y la cabeza quede erguida
como si nos estuvieran estirando desde la coronilla hacia el techo.
Las manos se pueden colocar sobre el regazo o apoyarlas sobre los muslos.
Si no se pudiera practicar
sentado sobre el suelo se puede utilizar una silla, pero nos sentaremos sin
apoyar la espalda, con ambos pies tocando el suelo y las piernas ligeramente
abiertas para crear tres puntos de apoyo: las nalgas y ambos pies.
Si la postura fuera
demasiado cómoda probablemente nos dejaríamos vencer por el sueño.
La técnica
Existen diferentes técnicas
de meditación yóguicas, algunas de las cuales incluyen concentración en un
chakra o centro energético del cuerpo y repetición de un mantra como el OM.
Hay una técnica sencilla, fácil
de aprender, que cualquiera puede practicar y muy efectiva. Consiste en
concentrar la atención en la respiración. Se debe observar la entrada y salida
de aire de los pulmones sin actuar para nada en ello. Solamente se debe
observar el modo como el aire entra en las fosas nasales y sale de ellas.
Notaremos que luego de
concentrarnos exitosamente durante 3 o 4 respiraciones, sin querer, la mente se
va a otro lado. Surgió un pensamiento que nos alejó del objetivo de
concentración. Sin preocuparnos por esto, puesto que es normal al principio, en
cuanto notemos que la mente se dispersó, debemos traerla nuevamente al
objeto de concentración: la respiración. Practicaremos de este modo durante 10
o 15 minutos al principio e iremos aumentando gradualmente hasta llegar a
practicar un mínimo de ½ hora, una o dos veces al día.
A medida que practiquemos más
y más, notaremos que nuestra mente se vuelve más tranquila, que podemos
relajarnos a voluntad y que dormimos más profundamente.
Las mejores horas para meditar son al amanecer y al atardecer. Es conveniente estar con el estómago vacío.
Hay algo importante que todo
meditador debe saber.
Si hacemos un gran esfuerzo
por concentrarnos podemos empezar a sentirnos tensos, si esto sucede, debemos
aflojar y relajar la mente, observando la respiración pero sin esfuerzo, como
si quisiéramos irnos a dormir.
Por el contrario, cuando la
mente esté muy relajada y tengamos síntomas de querer dormir, debemos sentarnos
firmes y concentrarnos con mucha atención.
Resumiendo: si estamos
tensos por la concentración excesiva: aflojar. Si estamos muy relajados por la
tranquilidad y armonía en la que nos
encontramos: concentrar.